sábado, 24 de diciembre de 2011

CARTA DE LORENA KIN LEÍDA EN LA II ASAMBLEA

RELATO DE LORENA KIN, NUESTRA REPRESENTANTE EN SANSANA
"COSAS QUE HE VISTO EN BURKINA FASO"
La quema

Son las 7 de la tarde, todo está oscuro. Parece que llueve, no muy fuerte, una lluvia suave golpeando la chapa del techo. Me bailan las ideas en la cabeza. Es una lluvia apacible, rítmica, con acento flamenco, inusual. Es la primera vez que siento este ruido. Me levanto en medio de la noche y salgo de la habitación por la puerta de la cocina, donde la terracita da al campo. Seguro que es la última lluvia del año.
¡Pero no! En realidad están quemando el campo. Lo que oía era la crepitación del fuego. Hace viento. Viene hacia nosotros. Estas últimas semanas, se quema el campo por todas partes. De repente, aparecen pueblos donde antes solo había vegetación: mijo, maíz, caña. Unos dicen que es porque al llover sobre cenizas se nutre mejor el campo, otros que así no se puede esconder nadie allí. Se practica mucho en los bordes de las carreteras, en las zonas rurales. Es peligroso, pero el policía que está junto a mí me habla de tradición.
Nadie parece preocupado, los vecinos no reaccionan, pero yo no me fio. El humo es muy denso, el viento fuerte… y viene hacia mi casa.
- Es la tradición, me explican tranquilamente.
- Es que la “tradición” está muy cerca de mi casa, les digo. En España, en las fiestas de los toros todos los años hay muertos. Algunos turistas blancos corren antes las bestias sin percibir el peligro. Yo no quiero ser la blanca de su tradición.
Pero ellos se ríen - si el incendio llega a su casa, llame a su vecina, ella sabrá apagarlo -

El funcionario
- Ah, ¿es funcionario?
- Sí, sí, funcionario. Lo que no sé es de qué nivel. Como sabrás, hay cosas sobre las que no es adecuado preguntar, pero grado tiene, eso seguro, pero no sé cuál.
- Eso es lo que me pregunto, qué grado tendrá.
Y es que esta es una sociedad en la que casi todo se soluciona mediante relaciones personales. Las relaciones que un padre de familia pueda establecer y el número de personas con poder que pueda conocer son de suma importancia.
Si conoces a estas personas, cualquier trámite que cueste dinero se puede arreglar desde casa. Así como en Canadá encargamos todo tipo de comida a los restaurantes y tiendas de alimentación por teléfono, aquí los trámites se reparten a domicilio. Los sueldos son bajísimos, con un coste de vida parecido al europeo y eso implica que cada uno haga malabarismos para sobrevivir. Y lo primero en desaparecer en tiempos de dictadura, (“electa” o no) es la honradez. Aquí no desaparecerá la corrupción sin un nivel de vida “equitativo” o por lo menos “soportable sin trapicheos”. Ahora bien, dudo mucho de que en las mismas condiciones de supervivencia, nosotros mantuviéramos nuestros escrúpulos.

Madera y cocinas solares
En el África francófona se desarrolla un proyecto para reciclar a las mujeres que practican todavía la ablación y que son buena parte del problema cuando se quiere cambiar la mentalidad en ese asunto. Para ello, se las envía a la India a familiarizarse con el uso y el mantenimiento de cocinas solares. Así las alejan temporalmente.
Pienso en ello, muchas mañanas, al ver a las mujeres pasar por nuestro barrio en su camino diario desde sus pueblos al mercado de la ciudad. Mientras bebo té en la terraza, las veo desfilar con sus cargas sobre la cabeza: pirámides de cacerolas conteniendo judías, harina o alguna comida preparada, los barreños enormes de las vendedoras de todo, las neveras de camping de las vendedoras de zumos… y veo también las largas y enormes cargas de madera para los fuegos y me imagino también a esas mujeres cambiando de trabajo si alguna vez se generaliza el uso de las cocinas solares.

El director de la escuela y el precio de las patatas
Un litro de leche 2 euros; una lata de atún en aceite de la peor calidad 1,50€, una docena de huevos minúsculos y blanquecinos 1,90€; el kilo de patatas o de plátanos 1€; el kilo de arroz 1,20€. Nosotros comemos carne una vez a la semana, latas de sardinas y atún, huevos, leche, yogur, arroz, pasta y la verdura disponible: pimientos verdes ultraligeros, tomates, pepinos, cebollas, berenjenas, coles y patatas, además de plátanos; se puede decir que tenemos una alimentación completa y eso nos cuesta unos 4€ por persona al día. Si una familia de 4 personas hiciera lo mismo, esto significaría 480€ al mes. La escolarización de un niño durante un año, entre 60 y 90 euros. El alquiler, 60€ al mes si la casa tiene un pequeño servicio, etc.
El director de la escuela de Sansana tiene un sueldo de unos 183€ al mes. Ni él ni sus hijos comen otra cosa más que los cereales (mijo y arroz) y las judías que come la mayoría de la población. Para sobrevivir, tiene que cultivar el campo o criar animales en su tiempo libre, ¿qué tiempo libre? el que le queda cuando ha cumplido con la lista de tareas que se le asignan y cuando ha elaborado el debido informe actualizado de cada trimestre. Una larga lista de responsabilidades, entre ellas: asegurarse de que la población esté motivada en mandar a sus niños a la escuela y que les permitan dedicar una parte del tiempo de las tareas de la casa a mantener el huerto de la escuela para que todos coman un poco mejor, concienciarlos contra la ablación, asegurarse de que sus profesores asistan, pagándolo ellos, a congresos, reuniones y talleres de formación fuera de su horario de trabajo. Eso, además de las responsabilidades normales de un director de escuela. ¿Es una simple formalidad ese papel que manda cada trimestre el inspector de educación?... No está claro, porque si no ¿de qué viviría la armada de funcionarios del país? Regularmente, nuestro director recibe la visita de los que cobran por puntuar su trabajo en cada uno de los aspectos citados. Pues sí, recibe notas, como sus alumnos, por “materias” y sobre cien. De esa nota depende su expediente personal. Si este es bueno y pasa algunos concursos, algún día llegará a cobrar 214€ al mes. Para llegar a ello, por si fuese necesario precisarlo, no dispone de ninguna secretaria, de ningún ordenador, a menudo tampoco dispone de electricidad. Y, como el gobierno entiende la “descentralización” como un abandono de sus responsabilidades en manos de empresas privadas extranjeras y organizaciones de ayuda, nuestro director también tiene que ayudar con amabilidad y diligencia a esas organizaciones a cumplir sus objetivos, sean realistas o no.

La solidaridad ayuda a sobrevivir
¿Qué hace la gente para sobrevivir? Pues tratar de multiplicar sus pequeñas ganancias. Van y vienen, buscan, negocian… Pero sobre todo funciona la solidaridad. La solidaridad, ese humanismo que impide que los mayores se encuentren aquí, como muchos en occidente, desamparados. Esa solidaridad que hace de la pérdida de un ser querido una pérdida para toda la comunidad. Esa solidaridad que impide comer su único plato de maíz sin invitar al otro a compartirlo. Esa solidaridad que hace que el hermano en dificultad sea siempre bienvenido a tu casa. Esa solidaridad por la que cuando un blanco o una blanca se casa con un africano, se casa con toda su familia. Podría decirse que con toda su comunidad. ¿Ruinoso? Depende de cómo se mire. Es extremadamente difícil para un africano “vivir” tal como nosotros lo entendemos en términos de economía. Cuando, pese al coste de vida y los bajísimos sueldos alguien consigue algo más, también los suyos le piden más… Pero aquí la dignidad de cada persona reside en que ninguno de sus próximos esté desamparado. Creo que es una de las razones por las cuales, pese a todo, aquí me siento en casa. Siempre me acuerdo de la historia de un rico empresario que vive en el barrio que suelo frecuentar en Ouagadougou. Allí, cuando alguien se muere, la comunidad se encarga de todo: los trámites legales, cavar la tumba, limpiar el cuerpo, repartir bienes, misas, acompañamiento de la familia, etc. Pero este empresario, cuando había un entierro, lo único que hacía era mandar a un empleado suyo con dinero para la familia. El día en que él perdió a su único hijo, la comunidad también reunió dinero y organizó el entierro y el hombre se quedo solo, con su sobre en la mano sin saber qué hacer. Esto es África. Y también sus elefantes…




LORENA KIN

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